domingo, 24 de septiembre de 2017

MI CUENTO CORTO

La señora de la cara blanca


Con su cara toda blanca buscando esconderse del sol, madrugaba a defender su vida en la esquina del semáforo.  Gritaba “agua” sin cesar, deambulando en espera de algún cliente. Era alta y seca como rama de coco. Me preguntaba de dónde sacará energía para cargar el peso de las botellas, resistir el embate del sol y el trato duro de los varones que se rebuscanba junto a ella. 

Antes de vender, llegaba al parque cercano a embadurnarse la cara con bloqueador y a consentir sus ilusiones, imaginándose una nueva vida. Ese señor que cada mañana la saludaba, Anastasio, pronto la  ayudaría. Se irían al campo y construirían su hogar en medio del bosque. Ya no viviría para el día a día, cultivaría la tierra. Se sentía feliz divisando el rancho rodeado de flores y recogiendo hortalizas frescas de su huerta. 

Pronto ese sueño se paralizó: -¿señora, vende agua? Ah si, se levantó y atendió al cliente. En unos años llegará Anastasio y todo cambiará, pensó. Se sacudió la falda y se fue feliz a continuar con su venta informal. Desde hace tiempo, no volví a ver a la señora de la cara blanca.


©Luz Zuluaga Tinoco
Derechos reservados


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