lunes, 29 de enero de 2018

CUENTO DE ANTON CHEJOV

Una bromita (Cuento)*

Un claro mediodía de invierno… El frío es intenso, el hielo cruje, y a Nádeñka, que me tiene agarrado del brazo, la plateada escarcha le cubre los bucles en las sienes y el vello encima del labio superior. Estamos sobre una alta colina. Desde nuestros pies hasta el llano se extiende una pendiente, en la cual el sol se mira como en un espejo. A nuestro lado está un pequeño trineo, revestido con un llamativo paño rojo.
-Deslicémonos hasta abajo, Nadezhda Petrovna -le suplico-. ¡Siquiera una sola vez! Le aseguro que llegaremos sanos y salvos. Pero Nádeñka tiene miedo. El espacio desde sus pequeñas galochas hasta el pie de la helada colina le parece un inmenso abismo, profundo y aterrador. Ya sólo al proponerle yo que se siente en el trineo o por mirar hacia abajo se le corta el aliento y está a punto de desmayarse; ¡qué no sucederá entonces cuando ella se arriesgue a lanzarse al abismo! Se morirá, perderá la razón.
-¡Le ruego! -le digo-. ¡No hay que tener miedo! ¡Comprenda, de una vez, que es una falta de valor, una simple cobardía!
Nádeñka cede al fin, y advierto por su cara que lo hace arriesgando su vida. La acomodo en el trineo, pálida y temblorosa; la rodeo con un brazo y nos precipitamos al abismo. El trineo vuela como una bala. El aire hendido nos golpea en la cara, brama, silba en los oídos, nos sacude y pellizca furibundo, quiere arrancar nuestras cabezas. La presión del viento torna difícil la respiración. Parece que el mismo diablo nos estrecha entre sus garras y, afilando, nos arrastra al infierno. Los objetos que nos rodean se funden en una solo franja larga que corre vertiginosamente… Un instante más y llegará nuestro fin.
-¡La amo, Nadia! -digo a media voz.
El trineo comienza a correr más despacio, el bramido del viento y el chirriar de los patines ya no son tan terribles, la respiración no se corta más y, por fin, estamos abajo. Nádeñka llegó más muerta que viva. Está pálida y apenas respira… La ayudo a levantarse.
-¡Por nada del mundo haría otro viaje! -dice mirándome con ojos muy abiertos y llenos de horror-. ¡Por nada del mundo! ¡Casi me muero!
Al cabo de un rato vuelve en sí y me dirige miradas inquisitivas. ¿Fui yo quien dijo aquellas tres palabras o simplemente le pareció oírlas en el silbido del remolino? Yo fumo a su lado y examino mi guante con atención. Me toma del brazo y comenzamos un largo paseo cerca de la colina. El misterio por lo visto no la deja en paz. ¿Fueron dichas aquellas palabras o no? ¿Sí o no? Es una cuestión de amor propio, de honor, de vida, de dicha; una cuestión muy importante, la más importante en el mundo. Nádeñka vuelve a dirigirme su mirada impaciente, triste, penetrante, y contesta fuera de propósito, esperando que yo diga algo. ¡Oh, qué juego de matices hay en este rostro simpático! Veo que está luchando consigo misma, que tiene necesidad de decir algo, de preguntar, pero no encuentra las palabras, se siente cohibida, atemorizada, confundida par la alegría…
-¿Sabes una cosa? -dice sin mirarme.
-¿Qué?- le pregunto.
-Hagamos… otro viajecito.
Subimos por la escalera. Vuelvo a acomodar a la temblorosa y pálida Nádeñka en el trineo y de nuevo nos lanzamos en el terrible abismo; de nuevo brama el viento y zumban los patines; y de nuevo, al alcanzar el trineo su impulso más fuerte y ruidoso, digo a media voz:
-¡La amo, Nadia!
Cuando el trineo se detiene, Nádeñka contempla la colina por la que acabamos de descender; luego clava su mirada en mi cara, escucha mi voz, indiferente y desapasionada, y toda su pequeña figura, junto con su manguito y su capucha, expresa un extremo desconcierto. Y su cara refleja una serie de preguntas: “¿Cómo es eso? ¿Quién ha pronunciado aquellas palabras? ¿Ha sido él o me ha parecido oírlas y nada más?” La incertidumbre la torna inquieta, la pone nerviosa. La pobre muchacha no contesta mis preguntas, frunce el ceño, está a punto de llorar.
¿Será hora de irnos a casa? -le pregunto.
-A mi… a mi me gustan estos viajes en trineo -dice, ruborizándose-. ¿Haremos uno más?
Le “gustan” estos viajes, pero al sentarse en el trineo, palidece igual que antes, tiembla y contiene el aliento. Descendemos por tercera vez, y noto cómo está observando mi cara y mis labios. Pero yo me cubro la boca con un pañuelo, y toso, y al llegar a la mitad de la colina alcanzo a musitar:
-¡La amo, Nadia!
Y el misterio sigue siendo misterio. Nádeñka guarda silencio, piensa en algo… Nos retiramos de la pista y ella trata de aminorar la marcha, esperando siempre que yo diga aquellas palabras. Veo cómo sufre su corazón y cómo ella se esfuerza para no decir en voz alta: “¡No puede ser que las haya dicho el viento! ¡Y no quiero que haya sido el viento!” A la mañana siguiente recibo una esquela: “Si usted va hoy a la pista de patinaje, venga a buscarme. N.”  Y a partir de ese día voy con Nádeñka a la pista todos los días y, al precipitarnos hacia abajo en el trineo, cada vez pronuncio a media voz siempre las mismos palabras:
-¡La amo, Nadia!
En poco tiempo, Nádeñka se habitúa a esta frase, como uno se habitúa al vino o a la morfina. Ya no puede vivir sin ella. Es verdad que siempre le da miedo deslizarse por la colina helada, pero ahora el miedo y el peligro otorgan un encanto especial a las palabras de amor, palabras que constituyen un misterio y oprimen dulcemente el corazón. Los sospechosos son siempre dos: el viento y yo… Ella no sabe quién de los dos le declara su amor, pero ello, por lo visto, ya la tiene sin cuidado; poco importa el recipiente del cual uno bebe, lo esencial es sentirse embriagado.
Una vez, al mediodía, fui solo a la pista: mezclado con la multitud, vi a Nádeñka acercarse a la colina y buscarme con los ojos… Tímidamente sube a la escalera… Le da mucho miedo viajar sola, ¡oh, qué miedo! Está blanca como la nieve y tiembla como si se dirigiera a su propia ejecución. Pero va decidida, sin mirar para atrás. Por lo visto, ha decidido probar, al fin: ¿Se oyen aquellas sorprendentes y dulces palabras cuando yo no estoy? La veo colocarse en el trineo, pálida, con la boca abierta por el miedo, cerrar los ojos y emprender la marcha, después de despedirse para siempre de la tierra. “Zsh-zsh-zsh-zsh”… Zumban los patines. Si Nádeñka está oyendo aquellas palabras o no, no lo sé… La veo levantarse del trineo exhausta, débil. Y se ve por su cara que ella misma no sabe si ha oído algo o no. Mientras estuvo deslizándose hacia abajo, el miedo le quitó la capacidad de escuchar, de distinguir sonidos, de entender…
Y he aquí que llega el primaveral mes de marzo… El sol se torna más cariñoso. Nuestra montaña de hielo se oscurece, pierde su brillo y por fin se derrite. Nuestros viajes en trineo se interrumpen. La pobre Nádeñka ya no tiene dónde escuchar aquellas palabras y además no hay quien las pronuncie, puesto que el viento se ha aquietado y yo estoy por irme a Petersburgo por mucho tiempo, quizá para siempre. Unos días antes de mi partida al anochecer, estoy sentado en el jardín. Este jardín está separado de la casa de Nádeñka por una alta palizada con clavos… Aún hace bastante frío, en los rincones del patio exterior hay nieve todavía, los árboles parecen muertos; pero ya huele a primavera y los grajos, acomodándose para dormir, desatan su último vocerío de la jornada. Me acerco a la empalizada y durante largo rato miro por una hendidura. Veo a Nádeñka salir al patio y alzar su triste y acongojada mirada al cielo… El viento de primavera sopla directamente en su pálido y sombrío rostro… Le hace recordar aquel otro viento que bramaba en la colina dejando oír aquellas tres palabras, y su cara se pone triste, muy triste, y una lágrima se desliza por su mejilla. La pobre muchacha extiende ambos brazos como suplicando al viento que le traiga una vez más aquellas palabras. Y yo, al llegar una ráfaga de viento, digo a media voz:
-¡La amo, Nadia!
¡Por Dios, hay que ver lo que sucede con Nádeñka! Deja escapar un grito y con amplia sonrisa tiende sus brazos hacia el viento, alegre, feliz, tan bella. Y yo me voy a hacer las maletas… Esto sucedió hace tiempo. Ahora Nádeñka está casada con el secretario de una institución tutelar y tiene ya tres hijos. Pero nuestros viajes en trineo y las palabras “La amo, Nadia”, que le llevaba el viento, no están olvidadas, para ella son el recuerdo más feliz, más conmovedor y más bello de su vida…
Mientras que yo, ahora que tengo más edad, ya no comprendo para qué decía aquellas palabras. Para qué hacía aquella broma…

(Tomado de la Biblioteca Digital Ciudad Seva)

jueves, 25 de enero de 2018

POEMA: CREO

   Creo *
Les comparto este enlace de la Revista Electrónica de Poetas Hispanos, sitio en donde salen publicados cinco de mis poemas:

https://t.co/vJp5DCOXTh



*Luz Zuluaga Tinoco
©Derechos reservados del libro 
La vida, ¡un instante! 
Cartagena- Colombia 2017



lunes, 22 de enero de 2018

POEMA DE LINA ZERON* (POETA MEXICANA)


DESCONSUELO

Dios ¿dónde estás?
Acaso en la débil ala de una mariposa,
en el monótono zumbido de la abeja
o en la gaviota que roza vagamente la playa.

Te busco
en el crepúsculo vacío de invierno,
en la luz sin frontera de mis ojos,
en la melancólica sombra del ciprés.

Palpitan en mi pecho reflejos de aurora.
Y no estás.
Tampoco en el alud de tatuados dolores,
en el breve escalofrío de mis párpados azules,
en la marimba interna de mi cuerpo.

Tal vez mis rezos llegaron tarde a la cita,
tal vez eres pedestal de oro inaccesible,
anzuelo en el fondo sin carnada
y yo hambriento pez en la noche del océano.

Tal vez seas omnipotente campo y yo roja hormiga.

Tal vez seas flama desprendida del sol
y yo ciego espejo incapaz de reflejarte.


*Lina Zerón. nació en la Ciudad de México en 1959. Estudió Relaciones Internacionales en la ENEP Acatlán, UNAM. Su poesía ha sido traducida al inglés, francés, alemán, italiano, portugués, servio, esloveno, italiano y árabe. . Cuenta con numerosos reconocimientos, entre ellos: Ciudad de Barcelona, Ed. Stel Blau, 2004 por el poema, “Dime Amor”.

jueves, 11 de enero de 2018

POEMA: LA PAZ, ¿UTOPIA?

La paz ¿Utopía?* 


No es asunto de palomas
ni de invadir el cielo
con globos blancos.
                 Es darse
Aceptar que tu color
no es único.
Es nadar en un mosaico
de piezas que no encajan.
Aceptar la lluvia
a pesar de la humedad.
Aceptar el sol
aunque la tierra arda.
Dominar las vísceras
cuando lo que escuchas
                    no te suena.
Entregar el corazón aún
sabiendo que te han herido.


* Luz Zuluaga Tinoco
@Derechos reservados del libro 
La vida, ¡un instante! 2017





martes, 9 de enero de 2018

POEMA: NUEVO DESPERTAR*


Nuevo despertar


Es lunes y me encanta
suspendida está la mañana
guarda profundo silencio
amanece más temprano el cielo
el firmamento se siente despejado
salen tarde las aves del manglar
quietas se ven las olas
las sabanas siguen adheridas a mi cuerpo
me despierta el más sublime de los besos

empieza la bonanza
frutas en mi lecho.

Luz Zuluaga Tinoco
©Derechos Reservados

* Autora: Luz Zuluaga Tinoco, nació en Cartagena de Indias- Colombia.  Publicó su primer poemario “Más allá de mis fronteras” Madrid- España (2014) Obtuvo el 5to. Premio  Concurso Nº 46 del Instituto Cultural Latinoamericano "La importancia de la palabra",  Junín, Argentina. Dirige la Agencia Cultural del Caribe SAS desde 2.016. Publicó su segundo poemario La vida, ¡un instante! 2017 Cartagena- Colombia. 


sábado, 6 de enero de 2018

viernes, 5 de enero de 2018

POESIA DE DAMARIS CASTRO OSPINO*


 Que tarde lenta

Extensa esa tarde del mes de julio,
una mirada abatida, embelesada en un crepúsculo,
un alma tibia y pupilas frías, manos arrugadas
en busca de un testigo que plasme ese sentir inmensurable,
sin opulencia, sin maquillaje, sin disimulo.
El cristal puro de un espejo no miente
cuando te encuentras contigo mismo y descubres:
¿Por qué eres, lo que eres?
Levanto la mirada, la brisa tensa como estática,
las  ramas de los árboles sienten miedo,
titubean, parecen pedir permiso.
Solo una paloma  atraviesa  con su corto vuelo.
Continua la tarde, cual dolores de parto lento,
una espera que no acaba, sin bullicio, sin  esperanza,
no hay aromas, no hay bijao.

©Derechos reservados
Agencia Cultural del Caribe

*DAMARIS CASTRO OSPINO. Poeta y cantautora colombiana. Lugar que  le inspira a plasmar sentimientos representados en las poesías y  canciones. Licenciada en Educación infantil, con Especialización en Pedagogía. Gestora cultural.  Organizadora del primer  y segundo Festival Internacional de Poesía. Presentadora del programa local de televisión “Voces del arte”. Ha publicado algunos escritos en la Revista  municipal Callejuelas. Cantautora de música costumbrista en varios géneros. Representó Montes de María en el Festival Internacional de Poesía en la ciudad de Cartagena con canciones alusivas a la literatura. Participa en el Encuentro de Mujeres poetas en  Cereté (Córdoba, Colombia). Actualmente  desarrolla  talleres  de  lectura  literaria, cultivando la declamación en niños y jóvenes  de su municipio.


miércoles, 3 de enero de 2018

POEMAS DE EL SEÑOR DE LOS ANILLOS*

John Ronald Reuel Tolkien


En el hogar el fuego es rojo,
y bajo techo hay una cama;
pero los pies no están cansados todavía,
y quizás aún encontremos detrás del recodo
un árbol repentino o una roca empinada
que nadie ha visto sino nosotros.

Árbol y flor y brizna y pasto,
¡que pasen, que pasen!
Colina y agua bajo el cielo,
¡pasemos, pasemos!

Aun detrás del recodo quizá todavía esperen
un camino nuevo o una puerta secreta,
y aunque hoy pasemos de largo
y tomemos los senderos ocultos que corren
hacia la luna o hacia el sol
quizá mañana aquí volvamos.

*John Ronald Reuel Tolkien. Hoy 3 de enero de 1892, nace en Bournemouth- Dorset, el escritor, poeta, filólogo, lingüísta y profesor universitario británico John Ronald Reuel Tolkien, a menudo conocido como J.R:R Tolkien principalmente por ser el autor de las novelas clásicas de fantasía heroica “El hobbit” y “El Señor de los Anillos”. Es recordado en sus 126 años de su nacimiento.



Entrada destacada

Portrait Painting Tutorial | Girl with a Pearl Earring